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Aprenda de la mafia

por José Madrid

2025-12-14


11 min de lectura


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Me gustan los libros, historias y películas de la mafia. El Padrino, la obra de referencia, marca cada año el comienzo de las vacaciones. Ver El Padrino, El Padrino II y El Padrino III, seguidas es una experiencia que resulta emocionante. Siempre se ven cosas nuevas, detalles que habían pasado desapercibidos.

En el verano de 2004 hice un recorrido en coche por Sicilia. Pude visitar algunos, no todos, los escenarios de El Padrino, las villas de Bagheria, el teatro Máximo de Palermo y su escalinata, la villa de Corleone que, aunque no se utilizó en el rodaje, era visita imprescindible. Faltó el bar Vitelli y la iglesia donde contraen matrimonio Michael y Apolonia, están pendientes para la próxima ocasión.

Recuerdo una de las primaras cervezas que me tomé. Birra Moretti, me traje la etiqueta de la botella, me pareció genial. Ya indicaba por donde estábamos

Birra Moretti - La etiqueta ya te indica donde estás

Birra Moretti - La etiqueta ya te indica donde estás

En los últimos meses, a la vista de los acontecimientos que se van revelando sobre las actividades, presuntamente ilegales, del gobierno de España, cada vez más tertulias, columnas y debates televisivos hacen una comparación recurrente: “Esto ya parece la mafia”, “tienen un comportamiento mafioso” Las frases se repiten para describir una situación de corrupción, mentiras, extorsión, uso y abuso del poder, acoso sexual, vendettas internas y todo tipo de maniobras opacas ejecutadas por el Gobierno en España y sus ramificaciones. Sin embargo, conviene detenerse un momento y reflexionar.

La degradación del poder: cuando el Estado se usa contra el ciudadano

Hay un punto en el que la crítica política deja de ser ideológica y pasa a ser moral. España ha cruzado ese punto hace tiempo. Ya no hablamos solo de decisiones discutibles, sino de una degradación del poder que roza lo intolerable para una democracia que aspire a serlo. Se está produciendo el derrumbe del gobierno, una explosión incontrolada que comienza en el interior del propio gobierno.

La mentira se ha normalizado. La ley de amnistía —negada con rotundidad antes de las elecciones— se convirtió después en un “acto de convivencia”, no por convicción, sino por necesidad aritmética. No fue un cambio de opinión: fue una transacción de poder. Pactos con independentistas en busca y captura por la justicia y residentes fuera de España, que durante años fueron señalados como enemigos del Estado pasaron a venderse como acuerdos responsables. Los indultos se presentaron como reconciliación mientras millones de ciudadanos veían cómo la ley dejaba de ser igual para todos.

Pero el problema ya no es solo lo que se pacta, sino para qué. La sensación creciente es que el Gobierno no gobierna para los españoles, sino para perpetuarse, colonizando instituciones, ocupando organismos que deberían ser neutrales y extendiendo una red de afinidades donde cargos públicos, empresas privadas, familiares y amistades personales se confunden peligrosamente. El Estado deja de ser un árbitro y pasa a ser una herramienta.

Y cuando esa herramienta se usa contra ciudadanos concretos, la situación entra en una fase aún más oscura. El caso del Fiscal General del Estado, condenado en el tribunal supremo por la revelación de datos confidenciales de un ciudadano cuyo “delito” era ser pareja de una rival política del Gobierno, marca un antes y un después. No hablamos de un tertuliano, ni de un militante exaltado, sino del máximo responsable del ministerio fiscal, una institución que debería garantizar la legalidad y la protección de los derechos.

A esta degradación se suma la hipocresía más obscena: la del feminismo de partido. Las denuncias de acoso realizadas por mujeres del entorno del propio poder —mujeres vinculadas al partido y al círculo presidencial— que tras denunciar abusos sexuales fueron tratadas con frialdad, silencio o desdén. Se intentó minimizar, ocultar, tapar, diluir. Cuando el presunto responsable pertenece al “lado correcto”, al suyo, la indignación desaparece. No hay mayor traición a una causa que usarla como escudo del poder.

El problema hoy es el cinismo. Exigir respeto democrático mientras se vacían los fundamentos de la democracia. Exigir respeto a la ley mientas se asalta la constitución. Se definen como feministas, pero esconden las denuncias de abusos sexuales. No hay mayor hipocresía política que predicar feminismo mientras se utiliza o se vive de la prostitución

La degradación ha alcanzado un punto peligroso. Cuando las instituciones dejan de proteger al ciudadano y empiezan a servir al poder, la democracia se convierte en decorado. España no necesita más relatos, ni más propaganda, ni más discursos grandilocuentes. Necesita algo mucho más simple y hoy mucho más escaso: decencia, límites, cumplir la ley y respeto al ciudadano.

Por ello, creo que comparar este escenario con la mafia es quedarse corto. La mafia no hablaba de derechos, ni de igualdad, ni de regeneración democrática. No fingía superioridad moral. Tiene códigos y reglas internas que se cumplen y se asumen las consecuencias cuando se rompen. Aquí, en cambio, se predica virtud mientras se practica el cinismo; se habla de democracia mientras se vacían sus contrapesos; se invoca la ley mientras se la retuerce. Cuando el estado se usa para proteger a los amigos, castigar a los rivales y silenciar a las víctimas, ya no estamos ante un mal gobierno, estamos ante un problema de autocracia.

Comparar al Gobierno con la mafia es una falta de respeto a la mafia, es insultar a la mafia

¿Es realmente justa esa comparación? En mi opinión, no. Compararla con el actual gobierno de España es una falta de respeto y un insulto para la mafia. No porque la mafia sea un modelo moral —no lo es—, sino porque la mafia, en su propia lógica criminal, tenía reglas, palabra dada, códigos internos, consecuencias previsibles y una coherencia interna que, aunque puesta al servicio del delito, era sorprendentemente estable. Todo ello brilla por su ausencia en la política gubernamental española.

La mafia buscaba estabilidad para proteger su negocio, el Gobierno parece moverse en la improvisación permanente para permanecer al mando. Donde antes había códigos, hoy hay contradicciones; donde había palabra hay mentira, donde hubo silencio estratégico, hoy hay filtraciones interesadas (los famosos bulos) y desmentidos que duran horas. Además, también hay negocios, presuntamente ilícitos para beneficiarse ellos mismos, o sus redes de afinidad política, personal o familiar. El ciudadano queda relegado a mero espectador.

Comparar con la mafia a este gobierno social comunista y a las organizaciones que lo apoyan es una falta de respeto y un insulto a la organización siciliana también conocida como Cosa Nostra

La mafia nunca fingió trabajar por el bien común, no fingía ser moral, no hablaba de justicia social ni de derechos. El Gobierno, en cambio, sí lo promete, y ahí reside una diferencia fundamental. Cuando un poder que se presenta como legítimo incurre en mentiras, presiones, acosos políticos o pactos opacos, el daño es mayor, porque se traiciona la confianza pública. No es solo corrupción económica: es corrupción moral e institucional.

La comparación con la mafia también falla en otro punto clave: la lealtad. En la mafia era hacia la organización, en la política debería ser hacia los ciudadanos. Sin embargo, muchos españoles perciben que la lealtad actual se dirige únicamente a la supervivencia de los gobernantes en el poder, aunque eso implique sacrificar principios, mentir, cambiar discursos y dividir a la sociedad.

Entre ellos mismos se graban de modo secreto en conversaciones y reuniones para poder utilizar dichas grabaciones como moneda de cambio si las cosas vienen mal dadas. No tienen lealtad ni entre ellos. Van a terminar a navajazos.

Por eso, decir que el Gobierno actúa “como la mafia” resulta claramente inexacto y terriblemente injusto. La mafia no merece ser comparada con el actual gobierno español, presuntamente corrupto, que miente hasta frente al espejo.

El gobierno de España no es mafia. Es algo mucho más peligroso, porque pretende pasar por democracia ejemplar, actuando bajo el imperio de la ley y la constitución como reglas básicas de una democracia, pero en su acción de gobierno deja de comportarse como tal sin respetar ni su palabra, ni las reglas, ni la jerarquía de la monarquía parlamentaria que es España.

Aprenda de la mafia

Un amigo, allá por 2012, me habló de un libro escrito por un ex-mafioso tras salir de la cárcel que contenía algunas ideas que podrían resultar válidas en entornos empresariales. Lo compré, todavía guardo el ticket en el interior, lo leí detenidamente y me resultó muy ameno, entretenido e interesante.

Louis Ferrante pertenecía a la familia Gambino, una de las cinco familias del crimen italoamericano de Nueva York. Fue encarcelado y, al salir de prisión, reformó su vida y escribió este libro para mostrar qué principios de organización, disciplina y estrategia del crimen organizado pueden aplicarse de forma ética en el mundo empresarial. El título del libro era curioso: Aprenda de la mafia  (Mob Rules en inglés). Ferrante escribió algún libro más y se consolidó como experto conferenciante.

Portada del libro de Louis Ferrante Aprenda de la mafia

Portada del libro de Louis Ferrante Aprenda de la mafia

Nacido en Estados Unidos en el seno de una familia de origen italiano, creció en un entorno donde la mafia formaba parte del paisaje social y cultural del barrio. Desde joven se vio atraído por ese mundo, entrando como asociado (no “soldado iniciado”) en la órbita de los Gambino.

Durante los años 80 y 90 participó en actividades criminales vinculadas principalmente a robos, extorsión y crimen organizado, lo que finalmente le llevó a ser arrestado y condenado por delitos federales. Ferrante pasó varios años en prisión, una experiencia que marcaría un punto de inflexión en su vida.

Durante su estancia en la cárcel, Ferrante inició un profundo proceso de reflexión personal. Se dedicó a leer, estudiar y analizar tanto su pasado como los mecanismos internos de la mafia, llegando a una conclusión que sería clave en su futuro: la mafia funcionaba como una organización extremadamente eficiente, aunque orientada a fines criminales. Tras cumplir su condena, decidió romper definitivamente con ese mundo y reconstruir su vida en el ámbito legal.

Ya en libertad, Louis Ferrante se reinventó como escritor, conferenciante y consultor, centrando su trabajo en extraer lecciones organizativas, estratégicas y de liderazgo del crimen organizado para aplicarlas —de forma ética y legal— al mundo empresarial y personal. Su discurso no glorifica la mafia, sino que la utiliza como objeto de análisis.

Louis Ferrante estructura su obra como una serie de lecciones empresariales derivadas de la lógica interna de la mafia, comparando cómo operan los sindicatos criminales con las dinámicas propias de las compañías modernas. El mensaje central es que la mafia funciona como una corporación sumamente eficiente, aunque sus fines sean ilícitos; y por ello, sus mecanismos organizacionales contienen aprendizajes útiles cuando se reinterpretan éticamente.

Ferrante cubre conceptos clave: Cultura, Estructura jerárquica, eficiencia, Toma de decisiones, Evaluación del talento, comunicación, gestión del riesgo, negociación, liderazgo, construcción de  redes de confianza, ética y gestión económica.

Ferrante fue a prisión al ser condenado por delitos federales (principalmente robos y actividades vinculadas al crimen organizado).

Tras su detención, rechazó colaborar con las autoridades y no delató a otros miembros de la familia Gambino, aun cuando eso habría reducido de forma significativa su condena.

¿Por qué no delató?, según su propio relato:

  • Por lealtad al código interno de la mafia (no colaborar con el Estado).
  • Porque consideraba que asumir las consecuencias de sus actos era preferible a traicionar a otros.
  • Porque no quería cargar con el estigma de “chivato”, que en ese entorno tiene consecuencias de por vida.

Ferrante no romantiza esa decisión en retrospectiva. Reconoce que fue parte de un sistema criminal y que ese código de lealtad servía a una organización dañina. Pero también afirma que esa experiencia le enseñó el significado y peso real de la palabra lealtad, la responsabilidad y las consecuencias.

Louis Ferrante cumplió su condena completa sin delatar a ningún miembro de la familia Gambino por lealtad, asunción de responsabilidad y por no ser el "chivato"

Es importante considerar que:

  • Ferrante no era un “soldado iniciado” sino un asociado de los Gambino.
  • El silencio era una expectativa real, y romperlo habría significado beneficios legales inmediatos.
  • Eligió no hacerlo y cumplió su condena íntegra, algo que él mismo destaca como punto de inflexión personal.

Volviendo a nuestros actuales gobernantes, ¿Alguien piensa que todos los personajes que están siendo investigados y algunos enviados a prisión en España van a actuar con la misma lealtad que el “mafioso” Ferrante?. Sabemos que la respuesta es no. Ninguno va a ser leal, traicionarán a sus compañeros en cuanto puedan hacerlo para reducir así sus penas. No cumplirán los códigos éticos de sus organizaciones porque son gentecilla que, sin el poder, no serían absolutamente nadie. Ferrante les da una soberana lección de aguantar el tipo, evitar la traición y no ser un “chivato”.

Por eso, no se puede comparar a este gobierno social comunista que sufrimos con una mafia. La mafia tiene reglas y códigos y los cumple. Estos no respetan ni las leyes, ni la constitución, ni a las mujeres, ni a sus compañeros ni a nada ni a nadie ni a los ciudadanos. Exclusivamente irán a salvarse en cuanto puedan

Un respeto para la mafia. No merece ser comparada con este despreciable gobierno ni con las organizaciones que lo apoyan..

Historia y pensamientoActualidad

Comentarios

Ignacio

hace 3 horas

Desolación, depresión, e impotencia, terrible impotencia!

Eloy Esteban Truco

hace 8 horas

Excelente

José

ayer

Cada día que pasa aquello que fue definido como “inventada” parece que no lo fue. El tiempo está poniendo las cosas en su sitio……

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