
Bobby, Hachiko y Hope
2025-08-20
7 min de lectura
Hace casi dos años, en noviembre de 2023, visitábamos Edimburgo. El 50 aniversario del lanzamiento de TDSOTM (The Dark Side Of The Moon) de Pink Floyd era una buena razón. Australian Pink Floyd interpretaban el álbum completo y en directo en el fantástico Usher Theatre (donde ya los habíamos visto diez años antes, en 2013 con motivo del 40 aniversario del mismo álbum).
Aprovechamos para hacer algo de turismo y en un “free tour” por la ciudad, nos explicaron la historia de Greyfriars Bobby. No la conocía y me la anoté para, un día, escribir un artículo y darla a conocer.
Aunque yo tengo gatos, hoy voy a homenajear a esos perros que son uno más de la familia, nos acompañan y son una muestra de cariño y sobre todo de lealtad. Hablaremos de tres perros, tres historias diferentes: Greyfriars Bobby, Hatchiko y Hope y del vínculo afectivo con sus dueños que les llevó a llegar al extremo para seguir con su gente, con su familia hasta su muerte.
La historia de Greyfriars Bobby
La historia de Greyfriars Bobby es una de las leyendas más queridas de Escocia, se desarrolla en Edimburgo y, aunque está envuelta en un poco de mito, es famosa por su lealtad y fidelidad.
En la segunda mitad del siglo XIX, en Edimburgo, un hombre llamado John Gray, humilde vigilante nocturno, patrullaba las calles de la ciudad acompañado de un pequeño perro de raza Skye Terrier. John y Bobby eran inseparables.
En 1858, John Gray falleció de tuberculosis y fue enterrado en el cementerio de Greyfriars Kirkyard, que visitamos durante la mencionada visita de la ciudad. Desde ese momento, Bobby comenzó a pasar sus días y noches junto a la tumba de su dueño.
La leyenda cuenta que James Brown Sexton, el cuidador del cementerio de Edimburgo, tras fracasar en su intento por desalojar a Bobby terminó haciéndole una especie de refugio cerca de la tumba de Gray.
La gente del lugar intentaba ahuyentarlo, pero el perro siempre regresaba. Los vecinos, conmovidos, le daban comida y abrigo. Se cuenta que el alcalde de Edimburgo pagó una licencia especial para que Bobby pudiera seguir viviendo libremente en la ciudad (en esa época, los perros callejeros podían ser sacrificados si no tenían licencia).

Imágenes José Madrid - Cementerio Greyfriars - Edimburgo
Bobby permaneció fiel a la tumba de John durante 14 años, hasta su propia muerte el 14 de enero de 1872. Fue enterrado muy cerca, en un lugar honorífico dentro del mismo cementerio.
Una estatua de Bobby ubicada frente al cementerio fue inaugurada poco después de su muerte, y se ha convertido en un punto turístico muy visitado, así como un pub cercano que aprovecha el nombre de Greyfriars Bobby. Los historiadores debaten si la historia fue embellecida, pero en Edimburgo, Bobby sigue siendo símbolo de lealtad y amor incondicional.
Por supuesto, nos tomamos unas cervecitas en el Greyfriars Bobby Pub.

Imágenes José Madrid - Estatua a Greyfriars Bobby y pub cercano.
La historia de Hachikō
La historia de Hachikō (Hachi) es probablemente la más famosa de las tres sobre lealtad canina, y tiene mucho en común con Greyfriars Bobby, pero con un escenario japonés.
La historia se ha contado en varias películas como Hachikō Monogatari (1987, japonesa) y Hachi: A Dog’s Tale (2009, con Richard Gere). Especialmente esta última ha convertido la historia en un relato universal sobre la lealtad.

Imágenes de la película Siempre a tu lado (A dog´s tale)
En 1923, un profesor de agricultura de la Universidad de Tokio llamado Hidesaburō Ueno adoptó un perro de raza Akita inu al que llamó Hachikō (Hachi)
Cada mañana, Hachikō (Hachi) acompañaba a su dueño hasta la estación de tren de Shibuya, donde tomaba el tren a la universidad. Por la tarde lo esperaba para caminar juntos de regreso a casa. La rutina diaria se volvió legendaria.
En mayo de 1925, apenas dos años después de conocerse, el profesor Ueno murió repentinamente mientras estaba en la universidad. Esa tarde, Hachikō fue a la estación como siempre… pero su dueño no regresó.

Imágenes de la película Siempre a tu lado (a dog´s tal).
Hachikō continuó yendo a la estación todos los días, a la misma hora, durante nueve años, esperando a su amo.
Los vecinos y comerciantes de la zona comenzaron a alimentarlo y cuidarlo, conmovidos por su devoción. Con el tiempo, su historia apareció en los periódicos y se convirtió en un símbolo nacional de lealtad y fidelidad en Japón.
Hachikō murió en marzo de 1935, a los 11 años de edad, en las cercanías de la estación de Shibuya.
Fue enterrado junto a su amo en el cementerio de Aoyama, y su cuerpo está preservado en el Museo Nacional de Ciencia de Japón.

Hachiko disecado en el museo nacional de ciencia de Japón.
En 1934, un año antes de su muerte, se inauguró una primera estatua de bronce de Hachikō (Hachi) frente a la estación. La escultura fue reciclada por el esfuerzo bélico, y en 1948 se creó una nueva que se conserva en la ubicación original. La entrada de la estación cercana a la estatua se conoce como “Hachikō-guchi” ("Salida de Hachikō"), en homenaje al fiel perro Akita. Hoy es uno de los puntos de encuentro más famosos de Tokio.
La historia de Hope, la perra de Sarajevo
La historia de Hope se sitúa en el sitio de Sarajevo (1992-1995). Durante la guerra, muchos perros fueron abandonados por familias que tuvieron que huir, fallecieron o se vieron incapacitadas para cuidarlos. Esto derivó en un aumento significativo de animales callejeros que sobrevivían en condiciones y situaciones muy complejas y de sufrimiento. Hope es esa chispa que ilumina lo mejor del ser humano.
El relato lo explica maravillosamente Javier Santamarta del Pozo, un cooperante español que llegó a los Balcanes en 1993 en plena guerra. Su artículo es fácilmente encontrable es internet y tiene varias entrevistas en YouTube.

Ilustración de Hope (Javier Santamarta) y foto de un pointer-perdiguero.
Circulaba Santamarta con su vehículo en las proximidades de “Sniper Avenue”, la Avenida de los Francotiradores, una céntrica avenida de Sarajevo tristemente famosa por haber sido tomada por francotiradores serbios que disparaban a cualquier persona, tanto civil como militar, que pasara por allí.
Entre los escombros, de varios edificios, una perra aterrada, de aspecto cazador — posiblemente una mezcla de pointer y perdiguero — había sido abandonada, estaba hambrienta , desorientada y perdida sin comprender por qué tras tantas penurias
El cooperante no dudó en abrir el portón del vehículo. En cuanto la perra comprendió que no corría peligro, con las pocas fuerzas que le quedaban, saltó al interior del vehículo. Rapidamente y sin dudarlo, se acurrucó en el asiento de atrás. Como si hubiera viajado siempre en ese sitio, como si conociera el vehículo y así, en la misma posición, llegó a Split.
Desde ese instante, se convirtió en la mascota de todos los cooperantes españoles, brindando alegría y ternura a quienes habían vivido el horror de la guerra

Imágenes de archivo EFE "Sniper Avenue", Avda de los francotiradores en Sarajevo. "Pazi Snajper" (Cuidado francotirador)
Sus ojos recuperaron el brillo, y todos sus saltos, lametones y alegría fueron una invitación a creer en la bondad humana, una luz en medio de la más terrible guerra entre hermanos. Los cooperantes la bautizaron en inglés: Hope — Esperanza
La perra Hope personifica esa fuerza silenciosa llamada esperanza. La narrativa de Javier Santamarta no habla de hazañas sobrehumanas, sino de la conexión pura que surge cuando alguien se detiene y extiende la mano... o permite que una perra asustada suba al coche. Es una historia humilde, pero poderosa: un testimonio del consuelo que podemos encontrar —y brindar— aun en los tiempos más terribles.
Hope no solo sobrevivió, sino que se convirtió en un símbolo viviente de que incluso en medio de la guerra, la esperanza y la ternura pueden prevalecer. Su historia resuena con fuerza en tiempos difíciles, y como escribe Javier Santamarta, autor de la crónica, la recuerda cada vez que atraviesa
Bobby, Hachiko (Hachi) y Hope, tres historias positivas para calmar los ánimos en estas fechas de incendios, inutilidad, mentiras, incapacidad, incompetencia, peleas, frustación, cabreo e indignación.
Tres perros que, hoy, podrían dar lecciones sobre lealtad, compromiso y fidelidad. Tres ejemplos de animales irracionales mucho más leales que algunos energúmenos ineptos e incapaces que nos gobiernan.
Comentarios
José
anteayer
Me quito el sombrero ante la lealtad de estos animales. Uno más de la familia.
Juan Carlos
anteayer
Hay familia que no tiene esa lealtad